por:Yoandry Avila Guerra
El teletrabajo, más que una alternativa, ha sido una de las medidas que han tomado empresas, instituciones y gobiernos para mitigar el avance de la COVID-19, y tratar de ponerle control a sus realidades epidemiológicas particulares.
En 2020, la Organización Mundial del Trabajo emitió una guía en la que destacaba que, ante el confinamiento provocado por la enfermedad del Sars-CoV-2, una gran parte de la fuerza laboral del orbe debió quedarse en casa y laborar a distancia, siempre y cuando sus funciones lo permitiesen.
“Tanto las organizaciones que ya estaban familiarizadas con el teletrabajo como las que no enviaron a sus empleados a casa y crearon las condiciones para el experimento de teletrabajo masivo más extenso de la historia”, refleja el documento, acerca de una actividad que define como el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación – teléfonos inteligentes, tabletas, computadoras portátiles y de escritorio- (TICs) para trabajar fuera de las instalaciones del empleador.
Pero, ante el actual contexto dibujado por la COVID-19 ¿teletrabajar o no teletrabajar sería el dilema?
Responder esta readaptación de la interrogante shakesperiana no es tan fácil, ya que conjugar de manera activa dicho verbo transita por muchas realidades: las de miles de millones de personas en el mundo que viven del día a día y tienen a la economía informal como sustento y las de otras tantas que, por las características de las labores que realizan, están obligados a la presencia física.
Acercarse a esta experiencia pasa también por el acceso dispar a infraestructura tecnológica que existe en el orbe, y por la baja penetración de Internet en no pocos países.
Quiénes sí han podido sacar el máximo partido del teletrabajo en estas circunstancias piensan en dar pasos agigantados para llevarlo a otro nivel. En este sentido, Mark Zuckerberg, director ejecutivo de Facebook, señaló hace poco señaló que su equipo busca rediseñar el futuro del trabajo, a través de tecnologías de realidad virtual y aumentada que posibiliten oficinas en realidad virtual.
De acuerdo con RT en Español en una breve aparición esta semana en Clubhouse, una popular red social de chat de audio a la que solo se puede acceder mediante invitación, Zuckerberg dijo que el principal desafío es crear una tecnología que sea lo suficientemente pequeña como para caber en un dispositivo parecido a gafas de montura gruesa, que los usuarios podrían llevar fácilmente.
El fundador de Facebook detalló que este es un plan complejo en el que su compañía ha estado invirtiendo, con la esperanza de tener éxito en los próximos cuatro o cinco años.
Por lo pronto, el nuevo coronavirus sigue azotando y las cifras de nuevos contagios y de decesos diarios continúan siendo alarmantes. Las asimetrías en los modos de ganar el sustento y en el acceso a las tecnologías —que pueden ayudar a disminuir las posibilidades de exponerse al virus en la calle— no parecen solventarse en un corto plazo.
Probablemente, en cinco años, las gafas de realidad aumentada de Zuckerberg ayuden “a vivir donde sea y a estar presentes en todos lados”. Con certeza, también en cinco años, serán otro elemento que acentúe las diferencias entre países y sectores poblacionales, uno que recuerde la necesidad de una verdadera democratización de las TICs para un futuro mundial sostenible.
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