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viernes, 15 de abril de 2022

Formato televisivo y configuración de lo social


por: Yanela Soler
   

El universo televisivo está estrechamente vinculado con la reproducción sociocultural. Gracias a su carácter de medio técnico, institución social y texto audiovisual, la televisión es un agente narrativo de la cotidianidad, donde se representan y ven representadas las audiencias.

Mucho se ha escrito sobre la televisión. A lo largo del camino teórico recorrido en torno a ella, investigadores como el profesor mexicano Guillermo Orozco coinciden en catalogarla como un medio informativo y de entretenimiento, ventana al mundo, espejo de la realidad, reproductora de sentido así como de la hegemonía dominante.

En torno a este medio también se han esbozado puntos de vista que la comprenden como  emisora de discursos institucionales y reproductora de los que emiten las audiencias. La investigadora chilena Claudia González Castro destaca la existencia de dos paradigmas que inciden en estas realidades: el crítico -emergido de la corriente marxista inglesa y la Escuela de Frankfurt, que intenta develar cómo los medios y la cultura están bajo el dominio de las estrategias de mercantilización y el poder estatal-, y el interpretativo -enfocado en la capacidad de los públicos de interpretar la identidad individual y social cuando se exponen a los mensajes-.

Resulta imprescindible tomar en cuenta la teoría de las mediaciones de Jesús Martín Barbero, que desplazó definitivamente la comprensión unidireccional de la relación entre televisión y audiencia, demostrando que un único mensaje puede tener diferentes significados.

A la vez, debe considerarse que el mensaje audiovisual entra en la categoría de texto, pues como refiere el español Francisco Javier Gómez Tarín, le confiere al lector la capacidad de intectuar con el significante en un sentido tanto explícito como implícito, en aras de completar los nichos de significados que se establecen.
La televisión responde también a exigencias impuestas por la tradición cultural, los modos de ver y las demandas de los públicos, quienes se desenvuelven en diferentes contextos que constituyen también mediaciones comunicativas.

Guillermo Orozco también argumenta que la televisión tiene un carácter dual, por ser un medio técnico, a la vez que institución social. Sus características tecnológicas inciden en la verosimilitud del discurso, además de apelar a la emotividad de la audiencia. En tanto institución social, la televisión involucra recursos cognitivos e interpretativos individuales, considerando siempre las características de la sociedad en que se inserta, donde se articulan la subjetividad de las audiencias dentro de las formas culturales y las maneras de comportamiento social ajustados a su particular definición e intencionalidad, según refiere Orozco. Así, la televisión contribuye de modo activo a la reproducción sociocultural.

Jesús Martín Barbero, por su parte, asegura que la importancia social de la televisión rebasa cada día el impacto ideológico, incidiendo a diario en la reconversión económica, la preocupación política y la transformación cultural. Con este autor coincide González Castro, cuando reflexiona en el poder de las imágenes televisivas para mediar el acceso a la cultura moderna en toda la variedad de estilos, lenguajes, ritmos y formas de identidad. Además, se da lugar a una nueva discursividad desde el punto de vista político al modificar la estrategia de construcción de los imaginarios, y epistemológico porque los cambios operados en el seno de las sociedades inciden en cómo los seres humanos conciben e interpretan el mundo, modificando las formas de actuar ante las nuevas realidades.

De esta manera, la televisión se convierte en un agente narrativo de la cotidianidad, con alto grado de representación, gracias en buena medida a la conjunción armónica de los recursos del lenguaje televisivo. Los movimientos de cámara, la fotograficidad, la angulación, los efectos de sonido, el montaje, el color, entre otros aspectos, funcionan en el discurso televisivo como reproductores de significados.

La concatenación de esos recursos propicia la potenciación y consolidación de códigos, en un sistema de comunicación que construye, reproduce y transmite imágenes determinadoras de imaginarios colectivos de la realidad social. Esto da lugar al establecimiento de un vínculo indisoluble entre televisión y realidad, en el que emisor y receptor establecen una suerte de negociación relacionada con la producción y reproducción de significados dentro de las condicionantes de tipo socioculturales,  históricas, geográficas, epocales, entre otras, estrechamente relacionadas con el plano contextual y que tienen que ver con la cultura popular, las identidades, el barrio, el poder adquisitivo, la racialidad, las identidades de género, y otros aspectos.

Por eso, Jesús Martín Barbero aclara que la televisión no solo responde a requisitos industriales o estrategias comerciales, determinaciones políticas y económicas, lógicas de transmisión o producción, lealtades o estilos, que Guillermo Orozco cataloga como mediaciones, sino también a exigencias impuestas por la tradición cultural, los modos de ver y las demandas de los públicos, quienes se desenvuelven en diferentes contextos que constituyen también mediaciones comunicativas, que en muchos casos trascienden los límites espacio-temporales, pues responden a procesos cognitivos.

Dichas mediaciones inciden en la televidencia, que según explica el investigador Guillermo Orozco, se trata de los gustos, el sentido, la percepción, el pensamiento, el acto de compra, la evaluación, la conservación, la imaginación que emana de la interacción que se establece entre los públicos y el referente televisivo antes, durante y después del intercambio directo entre ellos.

Sobre la base de este concepto, González Castro describe la existencia de dos tipos de televidencia. Una de primer orden, en la que intervienen las matrices culturales en el proceso de recepción, y otra de segundo orden, que contribuye a formar estructuras mentales que inciden en la práctica social y en el modo de normar la cotidianidad.

A partir de la capacidad de la televisión de producir y reproducir sentidos sociales, estudiosos como Martín Barbero destacan la inversión de presupuestos millonarios en formatos como informativos, telenovelas y publicidad, donde se reproducen determinados estereotipos sociales, se imponen gustos y patrones de conducta que actúan con efectividad en el tejido social al que van dirigidos.
 

Yanela Soler Mas
DraC. Yanela Soler Mas. Profesora Titular de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Segunda jefa del Departamento de Periodismo. Directora de Alcance, revista científica de Información y Comunicación.

 

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