por; Eduardo Galeano
Quería contar un par de historias de Salvador Allende de quien tuve la suerte de ser amigo, muy amigo, y al que conocí de cerca. Una vez, una de las veces que nos vimos, en una de las Campañas Electorales, el me invitó a almorzar a la casa, yo había viajado a Chile y le encontré la cara muy preocupada, rara vez lo había visto tan triste creo que nunca, tristísimo estaba y le pregunté ¿qué pasaba?, le digo ¿qué ocurre?, pensé que sería algo vinculado con la campaña electoral, a los censos, los cálculos, las encuestas, cosas así, pero me parecía raro tanta tristeza por un cálculo de votos, además no era muy de él esto de andar calculando votos; y entonces me dijo: “no se trata de eso, pero se trata de algo que me ha dolido mucho”.
Entonces salimos a la puerta de la casa, me dijo:
“mira, mira bien esa mansión que tenemos aquí al lado, pues ahí vive una de las familias más ricas de Chile, allí hay una fortuna inmensa y esa casa tiene una sola empleada y esa empleada que gana un salario de hambre, se ocupa de los niños, se ocupa de hacer la comida, de lavar los platos, se ocupa de la jardinería, se ocupa de todo, a cambio de ese salario de hambre y lo que me tiene así tan triste como me viste, lo que me tiene realmente triste, es que me enteré de que esa pobre mujer, esa sacrificada mujer, ha enterrado su ropa. La poca ropa que tiene, nada, poca y pobre ropa, la ha enterrado porque los medios de comunicación, los miedos de comunicación, que sería el nombre adecuado, los miedos de comunicación la han convencido, de que si ganamos nosotros, si gana la izquierda y si yo soy Presidente, le vamos a sacar la ropa, le vamos a expropiar la ropa.”